El Hierro: la «isla mundo» en busca de un turismo de buceo sostenible (?)

El Hierro: la «isla mundo» en busca de un turismo de buceo sostenible (?)

El Hierro es la isla más remota de las Canarias, pero también la más preservada: un verdadero paraíso para los amantes de la naturaleza y los buceadores. A diferencia de su vecina Tenerife, hasta ahora ha elegido el camino de un turismo más responsable. Aunque todavía queda mucho camino por recorrer y si se puede alcanzar este objetivo, la isla sigue siendo un modelo interesante para estudiar.

Una isla alejada de todo, incluido el turismo de masas

Cuando pensamos en Canarias, solemos imaginarnos playas abarrotadas, no necesariamente paradisíacas, bordeadas de hoteles y residencias de dudosa arquitectura, que ofrecen fórmulas «all inclusive» que permitirán a sus ocupantes comer en el buffet libre antes de recorrer los pocos metros que les separan de la inevitable piscina. ¿El perfil «típico» de estos veraneantes? Occidentales blancos, de cierta edad, más bien acomodados pero no demasiado, con la piel enrojecida por un sol al que apenas están acostumbrados. Las Islas Canarias ofrecen el confort europeo de lugares estandarizados diseñados para los turistas, que por sí solos generan entre un tercio y la mitad del PIB y del empleo.

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Paseo en Tenerife, Los Cristianos, 2018

Sin embargo, si esta descripción corresponde a una (pero no la unica) realidad de las islas principales (Tenerife y Gran Canaria a la cabeza), pierde toda validez a la hora de evocar El Hierro. La más occidental y pequeña de las Islas Canarias se ha visto poco afectada por la oleada de turismo de masas que ha arrasado el archipiélago desde hace varias décadas, llevándose consigo cualquier consideración medioambiental o idea de resiliencia para sus habitantes. En El Hierro no hay MacDos ni otras cadenas, ni hay centros comerciales en el horizonte. Otros signos que no engañan: los coches con el nombre de las empresas de alquiler son mucho más raros, y se pueden encontrar bares y restaurantes en los que los menús aún no están traducidos al inglés. Allí se disfruta de una vida más «auténtica» (si esa palabra significa algo), probablemente más cercana a la vida canaria del pasado. En definitiva, existe esa sensación de estar en el fin del mundo que uno suele buscar y la impresión de que el tiempo ha dejado de fluir. La isla, más que a una política comprometida con el turismo sostenible, debe su salvación principalmente a su pequeño tamaño, su casi total ausencia de playas y su acceso mucho más difícil y costoso desde el continente europeo (no hay vuelos directos, por ejemplo)

Lo que hace unos años podía considerarse un atraso es ahora una gran fortaleza. Mientras que cada vez más gente opta por destinos poco conocidos, y mientras que los últimos meses han sido un doloroso recordatorio de que basar la economía de uno exclusivamente en el turismo, por muy lucrativo que sea, es siempre una apuesta muy arriesgada, El Hierro es ahora un precursor. Energías renovables en la isla, limitación estructural del número de turistas debido a la (¿deseada?) falta de alojamiento, numerosos espacios preservados de cualquier construcción humana… Los visitantes disfrutan de la naturaleza en bruto, de la rara tranquilidad y, para los buceadores, de la práctica «responsable» de su actividad.

Para los buceadores: maravilla y condiciones óptimas

El buceo en El Hierro merecería un artículo entero. La isla es bien conocida por los aficionados al submarinismo, y tiene fama de figurar regularmente entre los mejores destinos europeos. Se puede acceder a casi todos los lugares desde La Restinga, un pueblo pesquero de menos de 300 habitantes situado en el extremo sur de la isla, donde se concentra el reducido número de centros de buceo.

Pejerverdes y viejas, peces canarios tipicos @ Jaime Suarez

Si El Hierro es un mundo aparte, La Restinga es otro. En La Restinga, la vida está salpicada por el ir y venir de las zodiacs que llevan a los buceadores dentro y fuera del puerto, pasando por las pequeñas embarcaciones de los pescadores que han venido a descargar el pescado recién capturado de forma tradicional. Los exploradores del fondo marino se encuentran casi siempre en los pocos bares y restaurantes presentes. Cuando la temporada transatlántica está en pleno apogeo, los veleros y sus ocupantes se unen a este pequeño mundo durante unos días o semanas, para hacer lo que suele ser su última parada antes de la gran travesía. También se puede conocer a gente original, como Jean-Jacques Savin, un septuagenario que se fue en un barril a la deriva hacia el Caribe sólo con la fuerza de las corrientes marinas. Un pequeño pensamiento para este aventurero donde está ahora.

La Restinga, punta sur d’El Hierro @Jaime Suarez

Es a esta hora cuando hay más probabilidades de ver desembarcar en este microcosmos unos cayucos, que a veces llegan vacíos. Porque eso es también el Océano Atlántico: el infierno de la travesía para miles de personas que vienen de África arriesgando su vida, y para muchos su tumba. Todavía recuerdo las imágenes alucinantes de dos mundos que se rozan pero nunca se mezclan. Por un lado, buzos que regresan de su exploración con una sonrisa enorme, y por otro, a pocos metros, seres humanos (a menudo lo olvidamos) con rostros marcados por una mezcla agotamiento y alivio, a veces hacinados en botes improvisados. Para algunos veraneantes, esto es una ocasion para enfrentarse a la dura realidad, pero para muchos otros es sólo una anécdota más en su viaje…

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El Hierro, 2021 : lo que queda. Origen Senegal, mas de 70 personas

Pero volvamos al buceo. Al menos tanto (yo diría que incluso más) como su calidad, son las condiciones en las que se realizan las inmersiones las que dan caché al destino. En la reserva marina del mar de las calmas, el número de buceadores al mismo tiempo está estrictamente limitado en cada sitio (12 personas como máximo bajo el agua) y se realizan controles regulares para garantizar que todos estén certificados, es decir, que tengan al menos su primer nivel. Una parte de la reserva, aunque de tamaño limitado, está incluso clasificada como «integral», por lo que se prohíbe toda actividad humana excepto la investigación científica. Por ello, El Hierro apuesta por un turismo de «calidad», que limite el impacto sobre la vida marina y haga la experiencia mucho más agradable para los clientes.

Todas las inmersiones se hacen desde las zodiacs de los diferentes centros de buceo

Iniciativas recientes para hacer sostenible el turismo

Como en todas partes, en la isla hay quienes se apasionan y se comprometen con la preservación del medio ambiente y quienes ven el océano como una ganancia económica. Estos últimos parecen haber entendido por fin que el desarrollo de su negocio requiere una forma de turismo más eco-responsable.

Recientemente, los actores de la isla han creado foros de consulta que les permiten intercambiar opiniones y organizarse. Así, los centros de buceo han acordado un precio mínimo de inmersión para limitar el «dumping» que era la norma. Esta nueva consideración del «precio justo» debería, en teoría, permitir a todos los centros encontrar su camino financiero sin recortar la seguridad, la preservación del medio ambiente o las condiciones sociales de guías e instructores.

Hasta la fecha, el ejemplo más convincente de esta nueva dinámica se refiere al bienestar de un animal que contribuye a la reputación de la isla: el tiburón solrayo (Odontaspis ferox). Cada dos años, aproximadamente, las hembras de esta especie poco conocida, incluso por los biólogos, salen de las profundidades y entran en las tranquilas aguas de la reserva para terminar su parto. Tan impresionantes como inofensivos, los tiburones fueron inicialmente objeto de las acciones de los turistas (¡y de los lugareños!) que desconocen las necesidades básicas de estos animales. Los lugares donde los tiburones habían tomado sus hábitos, fácilmente accesibles a nado desde la costa, fueron rápidamente invadidos. Ya os podeis imaginar… Algunos centros sin escrúpulos aprovecharon este argumento de venta para llevar a muchos turistas a sesiones de snorkel con los tiburones o a realizar inmersiones en cadena en los lugares en cuestión. Para controlar estas prácticas, los centros de buceo han colaborado con las autoridades canarias y los científicos (especialmente de la Red Promar) para definir un protocolo que garantice la tranquilidad de los tiburones. Por ejemplo, los grupos no pueden permanecer con ellos más de 20 minutos, se reduce el número de personas por inmersión y se prohíben los intentos de interactuar con el tiburón. Cabe destacar que desde la aplicación de este protocolo, los tiburones no se han dignado a volver. Algunos se preguntan si los disturbios les han obligado a cambiar su destino de vacaciones. Si esto se confirma, sería una triste lección.

¿Hasta qué punto es sostenible el turismo? ¿Y sobre todo hasta cuándo?

Pescadores, centros de buceo, hoteleros, autoridades públicas, científicos… Hacer un turismo más sostenible requiere un trabajo conjunto y a menudo se hace bajo el impulso de unas pocas personas más convencidas que las demás. No es mi idea darles una imagen idílica de El Hierro y la relación entre los diferentes actores que lo componen. Todavía se puede hacer mucho. Sin embargo, se trata de poner de relieve una dinámica, a escala de un pueblo y de un sector, que podemos esperar que continúe y se reproduzca en otras zonas. En el momento de escribir estas líneas, se habla de dar a esta parte del sur de El Hierro el estatus de Parque Nacional Marítimo. Mientras algunas voces se alzan espontáneamente contra el proyecto, cuyos contornos están lejos de ser definidos, otras lo ven como una oportunidad para reforzar la protección de la isla. El tema es eminentemente político y muy delicado, ya que es mucho lo que está en juego a nivel local. ¿Se prohibirá la pesca o se restringirá aún más en determinadas zonas? ¿Estarán los usuarios sujetos a límites de velocidad estrictos en el mar? ¿Se cobrará por entrar en la zona del parque marino? ¿Seguirán siendo accesibles todas las zonas de buceo? A pesar de algunas iniciativas de consulta, la falta general de información proporcionada, aparentemente justificada por el estado embrionario del proyecto pero interpretada por algunos como una falta de transparencia, ha jugado hasta ahora en su contra.

Preservar El Hierro es necesario, pero por todo ello, las iniciativas actuales pueden resultar insuficientes a largo plazo, ya que la espiral turística parece no tener límites. Para convencerse de ello, basta con ver las cifras que anuncia con orgullo el Cabildo: el turismo en la isla aumenta año tras año y los poderes públicos intentan diversificar el origen geográfico de los visitantes. No es ajeno a ello el hecho de que se destaque hace relativamente poco tiempo a El Hierro en famosas revistas o la emisión de una serie dedicada a la isla. Podemos esperar un aumento de las conexiones aéreas y marítimas con el resto de las islas en un futuro próximo, y luego quizás la puesta en marcha de algunos enlaces directos con la Península Ibérica o incluso con otros países… Una cosa es cierta, los alquileres que pagan los lugareños no han hecho más que aumentar en los últimos años en La Restinga debido a la creciente demanda de alquileres de temporada. Otro ejemplo reciente: para hacer frente al crecimiento del tráfico marítimo, las compañías de transbordadores han pedido al cabildo que acometa obras de modernización del puerto.

Estas y otras débiles señales nos recuerdan que incluso el llamado turismo «sostenible» siempre acaba transformando, a menudo para mal, los lugares en los que se afianza. Cada vez tengo más la sensación de que el «turismo sostenible» es a menudo un oxímoron y que se trata más bien de una destrucción a cámara lenta. En cualquier caso, es imposible hablar de turismo sostenible sin mantener una economía local fuerte y sin afirmar que crecimiento y sostenibilidad son incompatibles. En ese contexto, el parque marítimo sería un reclamo turístico más y un medio para acceder a valiosas subvenciones. La isla de El Hierro se encuentra actualmente en una línea de cresta, ese momento en el que todo puede cambiar y en el que sólo la lucidez y el compromiso de los actores locales permitirán orientar positivamente su destino y erigirse en contraejemplo. A pesar de un despliegue verde, de algunas initiativas positivas, y de lo bonita que es, no soy muy optimista en cuanto al futuro de la isla, ya que lo que está en juego a nivel económico (a corto plazo, por supuesto) pesa mucho en las decisiones políticas. Espero de todo corazón estar equivocada y que El Hierro seguirá conservando todo lo que la hace fascinante hoy en día.

Para leer mas sobre mi opinion de viaje de buceo sostenible, no dudeis en leer otro articulo mio en el cual exploro el tema.

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